PRESENTACIÓN.
La Gaceta Literaria de Santa Fe fue imaginada como geografía propicia para el encuentro, como sólido baluarte de expresiones silenciadas, como ámbito de intercambio abierto a diversas tendencias, a diferentes corrientes, a distintos estilos; como comarca propicia para fundar descubrimientos, exploraciones, significados; como territorio pertinente e ineludible donde instaurar espacios de reconquista y fortalecimiento de lo propio desde la tenacidad de quienes se sintieron capaces de generar movimientos destinados a proyectar los quehaceres artísticos regionales hacia contextos de mayor trascendencia.
Y, transcurrido casi un cuarto de siglo, aún persevera en su silenciosa labor de perseguir pisadas parciales, examinar indicios, registrar señales, compartir vestigios del transcurrir de la palabra por este bosque -bastante tenebroso por cierto y que en mucho se parece al que describieran los Hermanos Grimm como escenario del abandono para Hansel y Gretel- donde, empecinados en la supervivencia de la comunicación impresa, los escritores del presente se sienten obligados a peregrinar ante la indiferencia de una sociedad despojada, intencional y sistemáticamente, de sus blasones culturales.
Heredera de la cultivada visión de su fundador, ha hecho suyo el pensamiento del Profesor Di Filippo, arbotante sustentador de firmes convicciones capaces de frustrar cualquier intento de desmoralización o abatimiento; ha adoptado como emblema el párrafo final de un texto profundamente significativo: Llegados a esta hora del tiempo consumido, cuando el futuro se acorta y el pasado nos parece un sueño lejano, todavía nos acucia una empecinada voluntad de vida. Todavía creemos, a pesar de todo, que la vida vale la pena vivirla. Y entonces descubrimos que de aquella nave simbólica que ha perdido tantas banderas arrancadas por los vientos adversos de la historia, se mantiene aún en su árbol solitario, aunque desgarrada y un tanto descolorida, la última enhiesta: la de la esperanza. La que hemos de sostener contra viento y marea, hasta el último aliento y ha perseverado en su compromiso de difusión sin pretender otra satisfacción que no sea la ejecución del trabajo encomendado desde la prudencia, la integridad y la honradez.
Y, transcurrido casi un cuarto de siglo, aún persevera en su silenciosa labor de perseguir pisadas parciales, examinar indicios, registrar señales, compartir vestigios del transcurrir de la palabra por este bosque -bastante tenebroso por cierto y que en mucho se parece al que describieran los Hermanos Grimm como escenario del abandono para Hansel y Gretel- donde, empecinados en la supervivencia de la comunicación impresa, los escritores del presente se sienten obligados a peregrinar ante la indiferencia de una sociedad despojada, intencional y sistemáticamente, de sus blasones culturales.
Heredera de la cultivada visión de su fundador, ha hecho suyo el pensamiento del Profesor Di Filippo, arbotante sustentador de firmes convicciones capaces de frustrar cualquier intento de desmoralización o abatimiento; ha adoptado como emblema el párrafo final de un texto profundamente significativo: Llegados a esta hora del tiempo consumido, cuando el futuro se acorta y el pasado nos parece un sueño lejano, todavía nos acucia una empecinada voluntad de vida. Todavía creemos, a pesar de todo, que la vida vale la pena vivirla. Y entonces descubrimos que de aquella nave simbólica que ha perdido tantas banderas arrancadas por los vientos adversos de la historia, se mantiene aún en su árbol solitario, aunque desgarrada y un tanto descolorida, la última enhiesta: la de la esperanza. La que hemos de sostener contra viento y marea, hasta el último aliento y ha perseverado en su compromiso de difusión sin pretender otra satisfacción que no sea la ejecución del trabajo encomendado desde la prudencia, la integridad y la honradez.